El País Ecosistema

Alertas desatendidas ante una biodiversidad amenazada

ELENA SEVILLANO

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La pérdida de riqueza y abundancia de especies avanza imparable poniendo en riesgo la supervivencia de la humanidad

Inmersos en la sexta extinción, con una pérdida de especies de 100 a 1.000 veces el promedio natural en la evolución, “la ciudadanía está preparada, quiere saber sobre biodiversidad”, comenta Javier Peña, creador de Hope. En pie por el planeta, que es el canal de vídeos sobre medio ambiente más visto en habla hispana. Pero “tenemos un problema de concepto y narrativo”, matiza la bióloga y escritora Aina S. Erice. “La biodiversidad es una medida de riqueza y abundancia de especies en un territorio determinado, según la definición con la que trabajamos biólogos y ecólogos. Y eso es muy difícil de narrar. Resulta más fácil contar la historia del lince ibérico o de la molécula de CO2; simplificamos; buscamos villanos a los que echar la culpa. Pero es algo mucho más complejo, donde todo está mezclado”, reconoce.

“Creo que uno de los problemas radica en nuestra visión de túnel”, tercia Jesús Iglesias Saugar, embajador del Pacto Climático Europeo en Social Climate. Cambio climático por un lado; biodiversidad, quizás más en un segundo plano, por otro. “Vamos de crisis por crisis, como si fueran compartimentos estancos, como si no estuviera todo relacionado, como si el cambio climático no fuera un multiplicador de amenazas, y la biodiversidad, nuestro seguro de vida”. En este punto, recuerda que el 75% de la alimentación de toda la humanidad proviene de 5 animales y de 12 plantas. “Una mayor biodiversidad garantizará la seguridad alimentaria si las condiciones climáticas cambian”, advierte, instando a una vuelta a la economía y al consumo local, y a la recuperación y valorización de las variedades y oficios tradicionales. “Recuperemos los mercados campesinos de los sábados e impulsemos las cooperativas de agricultores y consumidores”, reclama.

Comunicación con el campo

Iglesias Saugar cree que no se ha comunicado bien en el mundo rural. “Los ecologistas urbanitas íbamos al campo a decirles a los agricultores todo lo que no podían hacer o estaban haciendo mal”, hace autocrítica. En su lugar propone un mayor conocimiento mutuo. “Vengo de un entorno ecologista, de personas muy concienciadas, y veo que ese discurso tiende a penalizar y a poner el acento en lo malo. He llegado a la conclusión de que somos vagos y de que, en lugar de luchar contra eso, deberíamos aceptarlo e intentar aprovecharlo a favor de los buenos”, reflexiona Erice. Dicho de otro modo, “que las cosas virtuosas sean lo más cómodas posibles y compliquemos todo lo que podamos las negativas”, receta.

Tres semanas antes de esta charla sobre Soluciones para la biodiversidad, desarrollada dentro de Ecosistema Ahora, Elena Pita, directora de la Fundación Biodiversidad, participó en las jornadas sobre el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación celebradas en España. Y se le quedó grabada la frase de un ponente: “Estamos hablando de poder comer, beber y respirar”. Los riesgos de no proteger la biodiversidad están vincu­lados con esas funciones básicas para la vida, según advierte. “No tiene la centralidad que le corresponde a un asunto del que depende la supervivencia de nuestra civilización”, remacha Peña.

“La Tierra funciona como un gran sistema; el sistema climático está estrechamente vinculado a la salud del planeta; no podemos hablar de cambio climático sin referirnos a la salud de los ecosistemas”, había expuestos unos minutos antes, por videoconferencia, la bióloga y divulgadora ambiental Odile Rodríguez de la Fuente. “La clave está en generar ciencia de calidad y garantizar la transferencia del conocimiento”, dirá después, también virtualmente, Ana Payo Payo, científica, ambientóloga, oceanógrafa y activista medioambiental, que protagoniza una sentida defensa de unos océanos que pierden biodiversidad a marchas forzadas.

La excepción ibérica, ¿puerta a un nuevo paradigma energético?

La reciente aprobación por la Comisión Europea de la llamada excepción ibérica, que permite a España y Portugal limitar el precio del gas al fijar el coste de la energía, parece abrir la puerta a algo hasta ahora impensable en el seno de la UE: la intervención del mercado eléctrico marginalista para todo el continente. Una “reforma enorme”, en palabras de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, para quien el sistema actual no funciona y “tenemos que adaptarlo a las nuevas realidades de las renovables dominantes”. La Península es una isla energética (la interconexión con el resto de Europa es una asignatura pendiente) que ha apostado masivamente por las energías limpias: España es el octavo país del mundo en renovables instaladas y el segundo en Europa, tras Alemania. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC), que aspiraba a un 42% de renovables sobre el consumo total de energía final, “se ha quedado corto”, afirma Pedro Fresco, director general de Transición Ecológica de la Generalitat Valenciana, quien durante la primera jornada del foro Ecosistema Ahora anuncia que ese objetivo ya está revisado al alza. La menor dependencia del gas ruso ha jugado a favor de la singularidad ibérica, aunque, como explica Paco Valverde, responsable de renovables en Menta Energía, “antes de la guerra de Ucrania ya estaba previsto el cambio de matriz energética”. Un nuevo paradigma que cuenta con un cerebro y una columna vertebral bien preparados para incorporar este ingente volumen de renovables: los 44.000 kilómetros de líneas de alta tensión de Red Eléctrica en España. “Desde hace 15 años, el centro de control de energías renovables, tecnología española pionera en todo el mundo, permite integrar cuantas renovables sea posible garantizando siempre la calidad y la seguridad del suministro”, explica Beatriz Corredor, actual presidenta de Redeia. En 2021 se sumaron tantas renovables al sistema que el 48% del mix energético fue renovable, con puntas de hasta el 70%. Es decir, en momentos puntuales casi tres cuartas partes de la energía consumida en España procedía de fuentes limpias. Un escenario donde el autoconsumo eléctrico está llamado a emerger con fuerza. “La inversión más rentable que existe en este momento, para quien se lo pueda permitir, es una instalación de autoconsumo, porque es la energía más barata”, ahonda Pedro Fresco, pero requiere más concienciación popular. “Falta información al consumidor sobre que todo lo relacionado con fósil [gasolina, gas natural], sea más deprisa o más lento, solo tiene una tendencia, y es alcista”, lamenta Paco Valverde, quien también reclama una mayor flexibilización normativa para fomentar que el autoconsumo penetre en comunidades de vecinos, no solo en viviendas unifamiliares.